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  • Angel Pérez

Guardavecinos

“Frontera decorativa”, así describía Alejo Carpentier a los guardavecinos en su obra La ciudad de las columnas, aludiendo tanto a su utilidad como resguardo entre un piso y otro, entre un balcón y su vecino, como a su faceta decorativa.

Varios son los barrios de La Habana en los que es posible encontrar guardavecinos, pero su reino indiscutido es La Habana Vieja. Al caminar por sus estrechas calles, en los extremos de algunos balcones hallamos esas rejas protectoras, hábilmente trabajadas, con singulares y hermosos diseños, provenientes de las más reconocidas herrerías de la ciudad colonial.

Junto a las rejas de ventanas y las barandas de balcones, los guardavecinos que hoy admiramos proceden, en su mayoría, de la segunda mitad del siglo XVIII o del siglo XIX, en que los elementos arquitectónicos de hierro forjado sustituyeron definitivamente a sus antecesores de madera.

El auge de las herrerías también se puede medir por la intención decorativa que apreciamos en estos elementos, en los que se reflejaron los diversos estilos coexistentes en el ámbito arquitectónico de la ciudad. Numerosos guardavecinos trascienden su carácter utilitario, convirtiéndose en verdaderas obras de arte.

“Nacieron allí, en lo alto, nuevas liras, nuevas claves de sol, nuevos rosetones, remozándose un arte de la forja que estaba en peligro de desaparecer…”

Alejo Carpentier, La ciudad de las columnas.

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