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  • Angel Pérez

La casa de Schulthess, joya de la arquitectura moderna cubana


En horas de la mañana de este domingo 26 de junio, la Embajadora de la Confederación Suiza en Cuba, señora Anne – Pascale Kraur Müller, abrió al público las puertas de su residencia en ocasión del 60 aniversario de su construcción.

La residencia de los embajadores suizos en La Habana, conocida en el ámbito de la arquitectura como la Casa de Schulthess, es una de las construcciones emblemáticas del llamado “modernismo arquitectónico” cubano de los años 50 del pasado siglo, que tan profunda huella dejó en nuestra ciudad.

La Casa de Schulthess, premiada en 1958 con la Medalla de Oro del Colegio de Arquitectos, se encuentra en la calle 150 No. 15012, entre 21 y 190, Cubanacán, denominación actual del otrora barrio del Country Club.

Es una obra del famoso arquitecto austro norteamericano Richard Neutra, ejecutada en colaboración con el paisajista brasileño Roberto Burle Marx, el arquitecto cubano Raúl Álvarez y su asociado Enrique Gutiérrez.

Richard Neutra (8 de abril de 1892 - 16 de abril de 1970), austriaco nacionalizado posteriormente como estadounidense, es considerado uno de los arquitectos más importantes del Movimiento Moderno.

El brasileño Roberto Burle Marx (São Paulo, 4 de agosto de 1909 — Río de Janeiro, 4 de junio de 1994) alcanzó renombre internacional como arquitecto paisajista.

El entonces muy joven arquitecto cubano Raúl Álvarez, recibió en enero de 1955 una carta de Richard Neutra invitándole a participar como Director Ejecutivo del proyecto para la construcción en La Habana de la residencia del banquero suizo Alfred Schulthess.

Ya seleccionado, Álvarez sugirió una importante modificación al proyecto original de Neutra, que concebía la edificación de una casa de madera que no resistiría el embate de la humedad tropical o el paso de un huracán. Respetándose las proporciones y diseño del proyecto, se introdujo el concreto reforzado para las placas de los dos niveles y bloques de concreto para las divisiones interiores. La madera se utilizó en los marcos de las puertas, paneles exteriores y los amplios libreros, estanterías y armarios empotrados en la pared que se ven en toda la casa. La madera empleada fue Sabicú, exótica de Cuba y muy resistente.

En 1956 Richard Neutra viajó a La Habana para supervisar la obra pronta a concluir. Según ha narrado Raúl Álvarez, el afamado arquitecto contempló la casa mientras todos contenían la respiración, hasta que Neutra expresó: “excelente trabajo”. El propietario, De Schulthess, reaccionó con una sonrisa de aceptación.

Alfred de Schulthess, solo vivió en esta casa durante cuatro años (1956-1960). Desde entonces es la residencia de los embajadores suizos.

Neutra también elogió la fuerza visual de las vigas de concreto y sugirió resaltar la textura de la superficie exterior de la placa del segundo piso que era al mismo tiempo el techo del primero, lo cual fue logrado con un meticuloso trabajo a mano, con martillo y cincel, que dejó expuesta el “alma” del concreto en toda su hermosura.

Raúl Álvarez habla sobre la casa de Schulthess en el aniversario 60 de su construcción:

El terreno que ocupa la residencia, sus áreas exteriores y jardines es de casi tres hectáreas. El concepto del arquitecto era que en los países tropicales las personas no se encierran en sus casas, lo que explica la intensa relación entre la construcción y el exuberante entorno natural.

A la casa se accede por una marquesina de pórticos consecutivos, a cuya izquierda se ubican los garajes. Llegados al vestíbulo, a un nivel ligeramente inferior, se extiende lo que constituye la planta baja de la edificación, a manera de gran rectángulo, donde se encuentran los espacios sociales y dos estudios, con divisiones parciales o de paneles deslizantes.

Una escalera volada, de líneas modernas, conduce a la planta alta, destinada a dormitorios abiertos a terrazas.

La fachada orientada hacia la piscina, la fuente y los extensos jardines impresiona por su mesurada y armoniosa elegancia.

Todo el interior de la casa recibe la luz a través de grandes ventanales de vidrio, que hacen de la naturaleza parte del diseño. El brasileño Roberto Burle Marx logró prolongar estos interiores a grandes superficies de césped que, en gradual declive, se extienden hasta frondosas arboledas.

El historiador de La Habana, Eusebio Leal, se ha referido a esta edificación como “una perla colocada en medio de un jardín tropical… una joya arquitectónica rodeada de belleza natural”.

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