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  • Angel Pérez

Detente ante una tarja


Sobre la pared lateral de la Casa de la Obrapía, en la intersección de las calles Mercaderes y Obrapía, La Habana Vieja, llama la atención una tarja.

Profundos y hermosos versos están grabados en ella:

Cuando vino mi abuela

trajo un poco de tierra española,

cuando se fue mi madre

llevó un poco de tierra cubana.

Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria:

la quiero toda

sobre mi tumba.

¿Quién es la autora de este poema al desarraigo y a la añoranza de la tierra en que se ha nacido, al privilegio de vivir y morir en tierra propia?

Son versos de Carilda Oliver Labra (1924), una de las voces descollantes de la poesía cubana e hispanoamericana del pasado siglo.

Nacida en la ciudad de Matanzas, paso obligado entre La Habana y Varadero, Carilda aún vive en su vieja casa de 1885.

Estudió Derecho en la Universidad de La Habana. En Matanzas dictó cursos de dibujo, pintura y escultura. Ha ganado importantes premios literarios, el Premio Nacional de Poesía en 1950 y el Premio Nacional de Literatura en 1997; fue merecedora del Certamen Hispanoamericano organizado por el Ateneo Americano de Washington para conmemorar el tricentenario del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz y recibió el Premio Internacional José de Vasconcelos en el año 2002.

“Me desordeno amor, me desordeno”, es uno de sus poemas más conocidos. Se dice que la Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral, al leer esos versos expresó “quiero conocer a la nena de Matanzas”. Posteriormente escribió sobre Carilda: “Profunda como los metales, dura como el altiplano, su poesía, de ser divulgada con justicia, pronto ejercerá ardiente magisterio en América”.

Me desordeno, amor, me desordeno

Me desordeno, amor, me desordeno cuando voy en tu boca, demorada, y casi sin por qué, casi por nada, te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno y con mi soledad desamparada; y acaso sin estar enamorada me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada arde en tu mano lúbrica y turbada como una mal promesa de veneno; y aunque quiero besarte arrodillada, cuando voy en tu boca, demorada, me desordeno, amor, me desordeno.

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